Tras la conquista del Perú, corrió el rumor
sobre la existencia de un reino rico en oro al que los españoles denominaron El
Dorado. Un indio llamado Muequetá fue el que dio las primeras noticias a los
conquistadores sobre el lugar, en el que decía que había un cacique que se
cubría el cuerpo con oro durante un singular rito, pronto esta historia se
desvirtuaría hasta al punto que empezó hablarse de una ciudad que estaba hecha
de este precioso metal. Todo esto marcó el inicio de una serie de expediciones
en busca de este país.
Sin embargo la leyenda real del Dorado
cuenta la historia del poderoso cacique de la aldea de Guatavita (ubicada en el
actual Colombia), quien descubre que su esposa le es infiel. Él captura y mata
a su amante, le arranca el corazón. Luego, como castigo, obliga a su esposa
adultera a comer en público el órgano del ejecutado. La mujer, desesperada y
entristecida se lanza a la laguna de Guatavita junto a su hija. Este hecho
despertó grandes remordimientos en el cacique. Pero los sacerdotes le hicieron
creer que ella se hallaba viva en un palacio escondido en el fondo de la laguna
y que había que honrarla con ofrendas de oro. Fue así que los indios empezaron
a llevar sus tributos a estas aguas.
Iban
en balsas de junco desde donde arrojaban oro, joyas y esmeraldas en el centro
de la laguna. Algunas veces al año, el cacique también le llevaba sus ofrendas
pero en singular rito: se untaba todo el cuerpo con una especie de pegamento y
sobre él se echaba una capa de oro en
polvo fino. Este acto derivó con el tiempo en una ceremonia político-religiosa
que debían realizar los hombres que tomaban posesión de dicho curacazgo.
Esta historia llegó a oídos
del conquistador español Sebastián de Balcázar, quien realizo una expedición en
búsqueda de estas tierras ricas en oro. Pero no fue la única, varios
aventureros –españoles y de otras nacionalidades- también exploraron los andes
y la selva tras los pasos de El Dorado. Uno de ellos fue Gonzalo Pizarro,
hermano menor del conquistador Francisco Pizarro. Él partió de Quito y se
dirigió hacia el oriente, llevando un gran número de hombres y provisiones.
Pero las difíciles condiciones de la zona hicieron que retornará después de
varios meses de padecer hambre y enfermedades. A pesar de los esfuerzos,
ninguna expedición logró abrazar el sueño de conquistar El Dorado. Pero todo
eso refleja cómo los europeos estaban dispuestos a explorar los inhóspitos
territorios de América enceguecidos por la fiebre del oro.